EXPERIMENTACIÓN & CREACIÓN // ROBELIS
La artista plástica venezolana trabaja con inesperados materiales al momento de hacer sus coloridas obras y tiene una dinámica de creación que se adapta a las particularidades de cada proyecto.
Por: Roberto Carlos Rodríguez Mijares.
Cuando una persona es artista, artista de verdad, ve, siente, respira y encuentra arte en todo lo que le rodea, constantemente. Ese es el caso de Robelis Rodríguez Mijares, quien ha encontrado en la creación artística una manera no solo de expresarse, sino de hacer un ejercicio introspectivo permanente que repasa distintas épocas de su vida.
Esta venezolana, de 48 años, no le teme a experimentar cuando de materiales se trata al momento de asumir un proyecto. Y no solo lo aborda desde lo que mejor puede servir a la idea que ya ha ido cuajando en su mente. Muchas veces, el proceso es inverso. Se ve así misma frente a algo y empieza a pensar qué pudiera hacer con eso, cómo se conecta con ese material, a qué recuerdos sensoriales la lleva, y así, nace una obra, o en el mejor de los casos, una serie de obras.
Lo que Robelis va viendo, o sintiendo, que eventualmente puede servirle para algo, lo va recolectando con un criterio que puede resultar muy extraño para el ojo no entrenado. Ella sabe bien a qué echa mano, aunque quizás no tenga del todo claro lo que eventualmente hará con lo que atesora.
Una situación así fue lo que la llevó a utilizar un gran número de cremalleras y bandas elásticas que iban a ser desechadas en un amplio cuerpo de piezas. Indignada ante el posible desperdicio de materia prima, metió los materiales en una maleta y los llevó desde los Estados Unidos hasta su hogar en Alemania. Aún no tenía claro en lo que se convertirían estos cierres y bandas de distintos colores y longitudes, pero algo se le ocurriría.
Y así fue. Un día, una convocatoria a una exposición que giraba en torno a la experiencia de los migrantes en Alemania, la llevó a encontrar en los zippers justo lo que necesitaba.
Cierres blancos y negros se trenzaron así para contar una historia de la burocracia germana y mostrar en sencillos cuadros blancos y negros una postura poco dispuesta a la negociación, las diferencias y el diálogo.
Las primeras piezas de la serie textil dan una sensación algo lúdica que de inmediato refiere a tableros de juegos de mesa o manteles a cuadros, en ambos casos, situaciones gregarias que han acompañado la vida de Robelis desde siempre. Y un poco así es también su visión del arte. Ella no cree en el artista solitario que se recluye en un estudio y se separa del mundo para inspirarse. Bien a quien eso le funcione, pero para ella se trata de compartir y de nutrirse de los demás, de sus experiencias, de esos momentos, para que las
musas lleguen.
Tras ese primer ejercicio con las cremalleras el material parece haber hecho explotar la mente de Robelis. Las posibilidades de uso del material rescatado fueron apareciendo ante sus ojos y creciendo a medida que experimentaba con ellos. De repente, el uso del color, la trasladó de inmediato a su infancia y a recuerdos con muebles de jardín y exteriores en la terraza de su abuela o al borde de la piscina de algún club. Ese elemento de añoranza tropical se desenterraba de la memoria y se convertía en arte.
La cuadratura, un poco heredada inconscientemente de Mondrian, daba paso a juegos menos perfectos, con cierres abiertos, en diagonal y hasta dejando espacios entre ellos. Esa acción casi orgánica de entretejer los cierres, como se entretejen fibras para hacer cestas o textiles en tantas culturas desde tiempos ancestrales, dio paso a la libertad de usarlas de otra de manera. Incluso, de jugar con asimetrías, sumar capas y probar otras tensiones.
El reto para Robelis era trabajar con lo que tenía disponible y así mantener el espíritu sustentable de sus piezas, sin sumar nuevos materiales que hubiera salido expresamente de una tienda. La limitación de colores en algún momento llegó a generarle dudas sobre la temida repetición del artista, y decidió incorporar una cinta, igualmente rescatada, que no solo aportaba un nuevo color, sino otra textura, brillo y densidad.
Esta serie de obras, que no creció a partir de una idea sino de la disponibilidad de los materiales, fue mutando a medida que se fue desarrollando. Lo que comenzó de una manera técnicamente muy obvia y un contraste elemental, fue volviéndose visual y conceptualmente más personal, hasta el punto de abordar la feminidad desde un punto de vista muy particular.
No existe la menor intención de ocultar, disfrazar o mimetizar los materiales con los que ella trabaja. Sus cremalleras siempre se ven como cremalleras. Hay un punto de honor en mostrar lo que se puede crear con cosas salidas de la cotidianidad. Una intención noble y altruista, quizás heredada de la vocación docente de sus padres que ella también ha seguido, de que cualquiera puede crear y que no se necesita mucho solo para hacerlo, solo una idea, querer decir algo y ponerse a trabajar.
Varias de las obras de esta serie están embarcadas también con material reutilizado, para que sea un concepto coherente. En ocasiones, es precisamente el tamaño del marco lo que determina el formato de la pieza, sin duda, una desconstrucción creativa muy interesante que hace reflexionar sobre temas como el ego, la economía y los límites.
Las influencias en los artistas no siempre están del todo claras para ellos. Todos esos estímulos se van acumulando en una suerte de base de datos sensorial que sirve de brújula al momento de crear, donde lo visto, lo sentido, lo degustado, lo olido, lo soñado, lo vivido y hasta lo olvidado, se mezclan y recombinan de maneras inimaginables. Por eso no es extrañar que al ver esta serie de Rodríguez, se sienta un sencillo y tangencial tributo a dos de los maestros del arte cinético, venezolanos como ella, Carlos Cruz Díez y Jesús Soto.
Nacer y crecer en el trópico da una percepción de la luz -y por ende, de los colores- que parece que no se supera a pesar de las distancias y el tiempo. En el trabajo artístico de Robelis ambas cosas son un denominador común, independientemente de la técnica que decida usar para crear. Puede ser pintura, collage, costura, manualidades, instalaciones o escultura, siempre va a asomarse esa pequeña referencia al origen, imposible de olvidar o alejar. Incluso, cuando trabaja en blanco y negro, no se lee que sea a favor de esa combinación, sino de la ausencia de los demás colores.
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