MOCHILAS // UNA EXPERIENCIA DEL SENTIR
Algo que vive en mí día a día es el ejercicio de diseñar piezas gráficas y desarrollar piezas artísticas. En cada una de estas hay un vínculo laboral, pero a su vez una motivación pasional, que me lleva constantemente del odio al amor: ayer, ansioso por entregar una propuesta de diseño de identidad a la par de tener una escultura que deseo quemar; hoy, enamorado de una madera para un nuevo tallado, pero alargando el momento, porque no deseo atender una solicitud del diseño de unas señaléticas que debo tener pronto. Es mi realidad, odio lo que me da de comer, amo lo que alimenta mi alma. En mi defensa, estos estados emotivos no los vivo como dificultad, al contrario, los consiento para romper con la rutina y así me brinden luces al momento de proyectarlos.
A esto lo llamo la mochila de la obra: aquello que se cuece al momento de crear pero que, al momento de ser exhibida la obra, funciona como prisma inverso tomando los diversos colores uniéndonos en un solo rayo de luz. Esa luz es percibida posteriormente (ya sea en un diseño u obra artística) por un espectador, que experimenta la luz en su totalidad, aunque en ocasiones separa sus tonalidades, quedando intranquilo, motivado, cuestionado, preguntándose qué le quiere decir la pieza, o que le sucedió al creador que la plasmó.
Y es de esa experiencia de la que deseo dialogar. Más allá de lo que pueda representar un diseño (comercial, funcional) o una obra artística; más allá de la especulación estética o significado controversial; más allá de lo meramente objetivo, deseo detenerme en la experiencia de percepción que conlleva el fruto de la creación misma.
Para poder experimentar las piezas, será necesario contar con sentidos que nos refieran a ellas. Por designio divino o fruto de lo fortuito, contamos con cinco sentidos naturales: gusto, oído, olfato, tacto y vista. Estos cumplirán la función de caminos o cables conductores; de esa manera cada cual percibirá la rugosidad, brillo, vibración o sonoridad relajante de la pieza, y lo hará de una manera totalmente personal, subjetiva, trascendental. Tomemos el caso de la pieza Latas de sopa Campbell: nuestro gusto nos sugiere qué deliciosa debe ser esa sopa, pero luego de enumerar treinta y dos latas nuestra vista podría decirnos que nos hemos saturado de engullirlas, brindándonos la experiencia de Warhol quedando más que satisfechos con la obra.
En este punto la experimentación con la pieza nos ha despertado un sexto sentido, algo que suele funcionar más allá de un sentido de presagios, sino que magnifica lo evidente y lo vuelve supremo. Esto se llama sinestesia, que es ese nuevo sentido caracterizado por llevar nuestra experiencia sensorial a nuevas asociaciones fonéticas, olfativas, gustativas, etc.
Es ahí cuando, al ver “ese” color azul, empezamos a oír el romper de las olas en la orilla, quizás hasta percibir una sensación curiosamente marina en nuestro olfato. O tal vez, viendo el logo de The Rolling Stones nuestras papilas gustativas empiecen activarse, quizás este sexto sentido nos lleve a una sensación diferente, como cuando observamos La gran ola de Kanagawa nuestro cuerpo empiece a tener sutiles movimientos de lado a lado, buscando equilibrarse al observar el movimiento activo de la obra… ok, quizás me voy a los extremos, pero en un artista lo extremo es lo común. Lo importante es que estas experiencias son sutiles, y se cruzan con otras experiencias personales que hacen a un todo del sentido, pero eso sería ya la mochila del espectador.
El poder ver la experimentación del espectador con mi obra ha sido interesante y a la vez motivador. Cuando definen una textura o un acabado como algo “tierno”; como un deseo jugar o anhelo por pasear en la tarde; como que la obra tiene vida y les contara algún secreto, esa experiencia es de sumo valor para mí como creador pues me abre a un proceso que no tiene fin, en donde sigo creando a través de la propia creación pasiva del espectador.
Mi invitación es que ahora, cuando veas una pieza gráfica o artística, te detengas a observarla, a percibirla con tus sentidos y la experimentes, te dejes incomodar, inquietar y hasta maravillar por sentimientos que no creías posibles hallar en ese dialogo fortuito entre la pieza y tú.
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